martes, 17 de enero de 2017

Los incendios de las palabras

“Mi sueño del todo personal,
no es propiamente lo de construir
bombas, porque no me gusta matar gente.
Quisiera más bien escribir libros
que fueran como bombas, es decir
libros que sean utilizados
en el momento exacto en el que se escriben
o que son leídos por alguien.
Después deberían desaparecer.
Libros, de hecho, destinados a desaparecer
al poco tiempo después de haber sido leídos o utilizados.
Los libros deberían ser unas bombas,
 nada más”.
-Michel Foucault-

La sociedad del espectáculo es la sociedad del lenguaje alienado. Lo que se pone en la hoguera es todas las facultades críticas, se incinera de raíz cualquier forma de disidencia: como una vez se quemaban herejes y brujas, hoy en día hay quemas de palabras, privadas de cualquier sentido, de toda verdad. Hay una necesidad, por lo tanto, de recuperar la posesión de las palabras, del lenguaje ¿Cómo? Sólo en la práctica.

Los bandidos (los que están sujetos al estado de excepción permanente) no tienen voz, sino que, como observa Hannah Arendt, ellos no tienen un lenguaje (que se define sobre la base de Aristóteles, como la especificidad del hombre en cuanto ser dotado de la facultad de pensar y hablar o para regular la convivencia, por lo tanto de hacer política, con la palabra). Son esclavos (que de hecho Aristóteles no contaba entre los seres humanos).

En el análisis de Guy Debord, la sociedad del espectáculo (de la cual los medios de comunicación no son que el icono) es la sociedad del triunfo de la mercancía (del fetichismo de la mercancía, de acuerdo con el análisis marxista clásico) y de la alienación humana. Pero si el espectáculo es la comunicación humana, entonces la alienación no solamente consiste en la expropiación de la actividad productiva del hombre (como el análisis marxista clásica), sino también en alienación del lenguaje mismo. El hombre no crea ya nada. Se limita en sufrir. Vivimos en el Imperio de la pasividad. Y en este sentido todos somos bandidos.
Y nuestra tarea es tomar de nuevo la palabra.

En las piras encendidas queman las brujas
Sus cuerpos de éxtasis rebelde a todo poder
Queman los locos Queman los profetas
Bárbaros inquísidos por jueces y por sacerdotes
Queman a los herejes Queman Fra’ Dolcino
Que en la montaña tomó las armas por consejo divino
Y queman los libros que son armas apuntadas
Por aquellos que retoman las palabras contra quienes las robaron
A palabra incendios de palabras
A palabras más allá de las palabras
A palabras adentro las palabras
A palabras armados de palabras
Se funden en el fuego en aquel cementerio
Las palabras negras y su fondo blanco
Y se hacen cenizas para rociar la cabeza
Para luego bajarla muda a los pies de quienes han juzgado
Que no sea ceniza, sino pólvora
A cabeza cortada todo es mucho más claro
Y que cada letra se haga capital
Centro infinito acabado y descentralizado de un orden innatural.

Les Anarchistes

Traducción: Mauricio Bagatin

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